Algunas veces...
cuando paseo por la parte ocupada de Chipre, tengo la sensación de ser turista en mi propio país. Lo que más me acongoja, es tener la impresión de ser turista en la parte ocupada de Nicosia. Soy una persona que conoce su ciudad como la palma de la mano : sus callejuelas, sus ruidos, sus edificios...
Cuando crucé por primera vez la frontera que me llevaría a la otra mitad de la ciudad creí haber viajado a otro país muy lejano. Tal vez eso se pueda atribuir al hecho de tener que enseñar el pasaporte y "sacar un visado" para pasar al otro lado. No sé. No me desconcertó en absoluto la cantidad de mezquitas, las iglesias destrozadas y convertidas en establos, los olores de comidas hasta entonces desconocidas, los niños que correteaban por la calle descalzos, ni el muazín que llamaba a la gente para su rezo de las seis. A cambio, disfruté esta realidad nueva que se desplegaba ante de mis ojos. La gente, mayoritamente turca (no turcochipriota : la parte norte de Nicosia está hecha en un ghetto de los turcos más pobres de anatolia que fueron traídos justo después de la invasión, para cambiar el caracter demográfico de la isla y son tremendamente odiados por los mismisimos turcochipriotas)era maja, no me sentí amenazada como solía sentirlo cuando me cruzaba con turcos en Alemania.
Pero estaba perdida en mi propia ciudad. No sabía dónde ir, y si lo sabía, no tenía nidea de cómo llegar allí. Quería llorar porque no hablaba turco, que es el único idioma que se habla allí, quería llorar porque los turcos sabían moverse por mi capital y yo no ...en fin, crucé la frontera para volver a casa (siendo en mi casa) tristona.
Esta primera visita no duró más de 2 horas. No obstante llegué a casa tan cansada. Acababa de volver de un lugar que antes, aunque a 10 minutos de mi casa,no existía para mi y que nunca creía poder ver.
Desde entonces he vuelto a la parte ocupada bastantes veces. Ya sé dónde tomarme el airán, dónde comer un buen shish, dónde no meterme. Pero siempre vuelvo a casa desconcertada, alegre y triste, de aquella ciudad que es mía pero no lo es.
Cuando crucé por primera vez la frontera que me llevaría a la otra mitad de la ciudad creí haber viajado a otro país muy lejano. Tal vez eso se pueda atribuir al hecho de tener que enseñar el pasaporte y "sacar un visado" para pasar al otro lado. No sé. No me desconcertó en absoluto la cantidad de mezquitas, las iglesias destrozadas y convertidas en establos, los olores de comidas hasta entonces desconocidas, los niños que correteaban por la calle descalzos, ni el muazín que llamaba a la gente para su rezo de las seis. A cambio, disfruté esta realidad nueva que se desplegaba ante de mis ojos. La gente, mayoritamente turca (no turcochipriota : la parte norte de Nicosia está hecha en un ghetto de los turcos más pobres de anatolia que fueron traídos justo después de la invasión, para cambiar el caracter demográfico de la isla y son tremendamente odiados por los mismisimos turcochipriotas)era maja, no me sentí amenazada como solía sentirlo cuando me cruzaba con turcos en Alemania.
Pero estaba perdida en mi propia ciudad. No sabía dónde ir, y si lo sabía, no tenía nidea de cómo llegar allí. Quería llorar porque no hablaba turco, que es el único idioma que se habla allí, quería llorar porque los turcos sabían moverse por mi capital y yo no ...en fin, crucé la frontera para volver a casa (siendo en mi casa) tristona.
Esta primera visita no duró más de 2 horas. No obstante llegué a casa tan cansada. Acababa de volver de un lugar que antes, aunque a 10 minutos de mi casa,no existía para mi y que nunca creía poder ver.
Desde entonces he vuelto a la parte ocupada bastantes veces. Ya sé dónde tomarme el airán, dónde comer un buen shish, dónde no meterme. Pero siempre vuelvo a casa desconcertada, alegre y triste, de aquella ciudad que es mía pero no lo es.